jueves, 3 de junio de 2010

LITERATURA DEL EXILIO EN EL CONSULADO ARGENTINO


 El pasado 27 de mayo, el Consulado de la República Argentina inauguró la Sala Silvina Ocampo con un ciclo dedicado a poetas y narradores argentinos coordinado por el sicoanalista Alejandro Gómez-Franco. El cónsul adjunto, Andrés H. Mangiarotti, puso de manifiesto la intención de la legación consular de tener un contacto más fluido con la comunidad argentina y de operar como centro de promoción de artistas plásticos, escritores, poetas e intelectuales argentinos tanto residentes en Cataluña como de paso por Barcelona. 

Para iniciar el ciclo «Paseo de Gracia esq. Gran Vía» e inaugurar la Sala Silvina Ocampo fue distinguida mi obra narrativa y poética.  El poeta Carlos Vitale y Gómez-Franco, a quienes agradezco su generosidad de juicio, fueron los encargados de glosarla. Vitale dijo  en un pasaje de su exposición centrada en los libros de poemas «Sílabas de arena» y «Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias» que «Antonio Tello es un poeta que arriesga, que no se conforma. Me gusta pensar en él como un alpinista. Tello escala una montaña y cuando llega a la cima no se detiene a mirar, extasiado, el paisaje, el éxito obtenido, sino que baja y vuelve a subir la misma montaña por otra ladera o busca otra montaña aún más alta y escarpada. Tello es un Sísifo tenaz y deliberado. Quiere respuestas, pero sólo encuentra preguntas.»
Por su parte, Alejandro Gómez-Franco, que analizó tres cuentos de «El mal de Q.» vinculándolos al mito hegeliano del amo y el esclavo: «El amo y el esclavo expresan esa dualidad interna del sujeto que se halla en tensión entre el dominio y la unidad por un lado, y la anarquía y fragmentación que experimenta interiormente por el otro. Pero esta unidad, he aquí el problema, sólo es reconocible en el exterior; el amo está afuera, es exterior.
En “El Mal de Q” [encontramos] la forma moderna del esclavo que es la neurosis obsesiva […]. La belleza de este cuento reside tanto en la forma como en el sentido que esa forma acoge y propicia. Y nos recuerda también la función iniciática de la literatura, todos tenemos un libro que nos abrió los ojos, que despertó en nosotros el deseo de saber y nos enfrentó a la verdad bajo la forma de ficción que le es propia.»